VI - La luna que se asoma

No sé si fue eso que se llama destino,
O simplemente cuestión de suerte,
No pregunté por el calor del camino,
Ni recordé mis charlas con la muerte.

Entendí que mi vida terminaba,
Que la página había cambiado.
Con la frente en alto, airado
Recibí lo que llegaba.

Y mi vida se acabó,
Y fue tuya.
Entonces tu vida suspiró,
Y ambas fueron nuestras.

Postrados en el encuentro de dos miradas,
De dos ojos que se apagan sin temores,
Me reviviste para encontrarte en la noche azulada,
Eras una ardiente llama blanca.

Hoy eres el fuego que me toma
Y en sus brazos me calienta.
En aquella noche triste de tormenta
Fuiste la luna que se asoma.